dimecres, 2 de març del 2011

Quant de realisme?

Quant de realisme?
02-03-2011
Francesc-Marc Álvaro


(La Vanguardia, 28-02-2011)

Después de varias semanas de anuncios constantes (y escasamente coordinados) de todos los consellers sobre recortes, tijeretazos y cinturones apretados al máximo, y después de la primera comparecencia en el Parlament del conseller Mas-Colell para reiterar que tenemos por delante un par de años de "sacrificios", empieza a circular la idea de que "hay que dar alguna buena noticia" desde el Govern para que la gente no se desfibre del todo. Un prócer barcelonés, de esos que nunca dan un paso en falso, sostiene que "está bien que el president nos recuerde la dura realidad pero, tarde o temprano, tendrá que enseñar datos para generar un poco de optimismo". Antes de que el Gabinete de Artur Mas cumpla los cien días inaugurales, parece que las élites (y también la ciudadanía en general) necesitan que nuestros gobernantes hagan, sobre todo, de psicólogo deportivo. ¿No habíamos quedado en que lo primero era hacer reparaciones de urgencia y ordenar la casa?

Nunca estamos contentos. No nos basta con que el político se arremangue y sea sincero. Añoramos un poco de fantasía aunque, al final, corramos el riesgo de acabar enganchados a cualquier placebo de temporada, como ese anuncio de una fábrica china de automóviles que nos hizo el tripartito minutos antes de apagar la luz. En fin, uno pensaba que, a fuerza de errores, habíamos aceptado que la política de verdad consiste en ser tratados como adultos, sin subterfugios ni anestesias, pero hay nostalgia de promesas. Tal vez porque confundimos algo tan huidizo y etéreo como la esperanza con algo mucho más prosaico y concreto: la confianza. En nuestros representantes democráticos y en nosotros mismos. O porque los consellers de Mas no acaban de acertar en el tono y el ritmo a la hora de difundir el detalle de sus operaciones de corte y confección.

Hay un exceso de fe en Lakoff (incluso fuera de la izquierda) y una escasez de fe en la propia obra. No se hace política sin relato pero el mayor error del gestor democrático es construir dos esferas separadas, la del discurso y la de la realidad, para que la primera maquille y oculte la segunda. Al parecer, en el equipo de Mas, desean romper con esta nefasta moda y conseguir que las palabras y los hechos discurran por el mismo carril. ¿Lo conseguirán? Sería una revolución que nos evitaría confundir la democracia con el supermercado. Hay que trabajar menos para el framing del día y más para eso que los antiguos denominaban "el proyecto", ejercicio que obligaría a pensar y explicar mejor las cosas.

El éxito de un gobierno está tanto en lo que hace como en lo que parece que hace. Pero, metidos en la crisis hasta las cejas, hay que aprovechar que las decisiones son más trágicas que nunca para disminuir la estupidez colectiva. El reto es que no sabemos todavía cuánto realismo es soportable en una sociedad que, hasta hace cuatro días, pedía créditos para ir de vacaciones. Veremos. Mas hace el experimento en un laboratorio llamado Catalunya.